Existen multitud de asociaciones que ansían la filiación de personas a sus doctrinas. El hombre es la materia prima con la que las ideas se convierten en realidad.
Las asociaciones representan una industria que produce engranajes con la que los ingenieros han de crear las herramientas para que el gran anciano obtenga el más ansiado de sus deseos la maquinaria perfecta. Una versión de la idealizada “Piedra Filosofal”.
Es evidente que los gobiernos no priorizan en el bienestar general de sus ciudadanos sino en complacer los deseos del gran anciano. Para ello es necesario que al igual que nuestros padres y abuelos, nuestros hijos sean educados en la sumisión más que en el conocimiento. Los conocimientos con los que somos educados solo pretenden que desempeñemos con un mínimo de eficacia el trabajo que se nos asigna en un organigrama preestablecido según sea nuestro origen.
En ocasiones me pregunto si el gran anciano no es más real que el propio demonio. En ocasiones me pregunto si el gran anciano tan solo es uno más de los miles de millones de seres que servimos a la máquina.