Trascurridos unos días, como aseguro mi nuevo compañero Hiyad el camino se hizo “más fácil” Después de los problemas que tuve que superar en mi travesía por las montañas el camino se convirtió en un paseo en el preciso momento en que fui aceptado como miembro del canal.
Mi primera visión desde la distancia de una muy larga fila de personas con todo tipo de bultos, a su alrededor después de tantos días en soledad, me produjo una fuerte impresión. Ahora de cerca presenciaba un mundo que me resultaba en muchos aspectos, incomprensible. Muchos de los animales que veía me eran extraños; de algún modo habían perdido su espíritu. La visión de enormes bueyes arrastrando trineos supero todo lo que padre me había explicado del mundo de donde procedía.
Una vez recupere la capacidad de sorpresa, mi atención se centró en unos extraños trineos llamados carros. Disponían de un mecanismo que consistía en dos discos de madera, que llamaban rueda. Aunque no entendí su funcionamiento sí que pude comprobar como los bueyes eran capaces de arrastrar incluso cuatro veces más carga que los que arrastraban trineos comunes sin rueda, incluso llegue a comprobar cómo dos hombres eran capaces de arrastraban uno de esos carros cuando el terreno era llano.
Fueron muchos los prodigios que pude contemplar aunque la gran mayoría de clanes prefería cargar sus propios bultos a permitir que una bestia lo hiciese por ellos…. Habían dos grupos muy diferenciados uno organizaba y trasportaba grandes cargas de recursos procedentes de lugares lejanos y no era común que se realizase ningún tipo de intercambio por el camino.
El otro grupo era un conjunto muy heterogéneo de personas que por lo general se desplazaban a puntos separados por diez o veinte jornadas de camino para después regresar en el canal que se desplazaba en sentido inverso. El canal era una opción de vida donde el prestigio personal era más importante que el prestigio del clan.
Los grupos se creaban o se segregaban unos de otros de forma natural por lo que en la práctica no existía choque cultural. Aunque cueste de entender, no había un especial interés por el progreso ni las nuevas tecnologías. Cada cual atendía sus problemas y no aspiraban a perder la identidad que le proporcionaba su clan. Podéis pensar que eso era estancarse. Simplemente el que se sentía atraído por un estilo de vida diferente, no intentaba cambiar las costumbres de su clan sino que se integraba en aquel que le parecía más afín. La identidad de los clanes era muy rígida y poco abierta a los cambios. Precisamente por ello el intercambio de miembros entre clanes era algo común, estaba bien visto y creaba importantes vínculos y alianzas.
Otra cosa es que los hombres y mujeres no tuviesen curiosidad e interés por comprender. Los chamanes, los jefes y los ancianos eran la voz que en las hogueras aportaba información sobre todo aquello que intrigaba a los miembros de su clan.
A modo orientativo el razonamiento de los clanes seguía pautas como: La enfermedad es la consecuencia de la entrada de malos espíritus en el cuerpo. Estos espíritus luchan contra los espíritus protectores de hombres y animales. No costaba entender que los animales que tiraban de los carros carecían de alguno de sus espíritus protectores y por ello se ello se comportasen de forma antinatural. Nada era gratis y si los hombres del canal sabían cómo expulsar un espíritu tan poderoso como el de un Khari (buey, búfalo,yak, toro), sin duda tenían una deuda muy elevada. Quien más quien menos todos debían favores a un miembro del su clan o a un clan vecino, pero deber favores o tener deudas con los espíritus eso eran palabras mayores.
Lo dicho sirve para comprender por qué un canal no se componía de un solo bloque, sino por muchos, variados y prudentemente distanciados. El mundo natural y el de los espíritus no estaba separado era uno. Mantener el equilibrio en la relación tanto con personas como con espíritus era la mejor garantía para llevar una vida apacible.