A medida que crecemos,
invertimos emocionalmente
en nuestra visión de la realidad.
Creamos una imagen del mundo
en la que tanto proyectamos
como basamos nuestra personalidad.
Pasado un determinado tiempo,
es muy difícil cambiar
nuestras convicciones por otras.
Pequeños cambios sí,
pequeños ajustes,
definiciones de matiz…
eso sí que lo hacemos.
Pero ahora,
cambiar clara y radicalmente de idea,
cambiar el modelo…
eso es muy difícil y doloroso.