Empezamos el día avivando nuestra hoguera. Antes de recoger el equipo había que asegurarse de que todo estaba perfectamente seco, restituí la leña consumida y cribe entre las cenizas en busca de algunos restos de madera a medio consumir, un recurso que facilitaría al próximo visitante la obtención rápida de fuego. Desayunamos con restos de las tortas de cereal de la cena, algunos frutos secos y miel.
Unas horas después la niebla matinal fue sustituida por fuertes rachas de viento. En el horizonte unas amenazadoras nubes de tormenta se aproximaban con la intención de situarse encima de nuestras cabezas. Estaba claro que no llegaríamos al siguiente refugio.
-Se aproxima la tormenta. Tendremos que buscar un lugar para resguardarnos.
Cuando las nubes consiguieron oscurecer todo el cielo las fuertes rachas de viento cesaron de repente. Según Padre eso nos daría tiempo más que suficiente para encontrar refugio. Para mí, saber cuándo empezaría a llover era una cuestión impredecible pero Padre no parecía especialmente preocupado por la tormenta. La sensación de que él siempre sabía cosas que yo ignoraba me irritaba, pero también me tranquilizaba sabiendo que estando a su lado no corría peligro.
Finalmente Padre encontró una pared rocosa, protegida del viento. Sería un buen lugar para pasar la noche pero había una gran cantidad de maleza acumulada que impedía aproximarnos a la zona más protegida del viento. Padre decidió despejarla por medio del fuego. En un par de horas el intenso calor seria absorbido por las rocas. Un calor que mantendría tibios nuestros cuerpos toda la noche.
Mientras tanto yo recorrí los alrededores buscando materiales para poder preparar un lecho seco y cómodo para pasar la noche.
Cuando empezó a llover el calor acumulado por la pared de roca fue suficiente para contrarrestar la intensa bajada de temperatura.
El día siguiente ni el poder de Isic fue suficiente para expulsar a la tormenta, continuo lloviendo y el calor acumulado en nuestro refugio desapareció la lluvia derretía la nieve de los picos y descendía helada creando inmensos torrentes. Permanecimos acurrucados a la pared a salvo de la lluvia torrencial pero las fuertes rachas de viento proyectaban el agua en todas las direcciones gastamos todas nuestras reservas de grasa en un intento de impermeabilizar una de las pieles de dormir. Durante horas permanecimos callados empapados y temblando de frió. No necesitaba preguntar a padre, para tener la certeza que nuestras vidas estaban en peligro…