Cuando fui capaz de andar siguiendo al grupo sin quedar rezagado y a obedecer órdenes, Padre empezó a tolerar de vez en cuando mi compañía en sus habituales salidas en solitario del poblado.
Puedo afirmar que el principio de mi vida se produjo cuando con ocho años pude diferenciar entre las voces de mi yo interior y las que percibía del exterior. Pero será más tarde cuando hable de esa voz a la que durante tantos años obedeció mi cuerpo.